Antoñito no ha descansado un minuto en las quince jornadas que llevamos disputadas. Coincidió con Sampedro en el Albacete, y cuando su nombre salió entre los posible refuerzos estivales, el técnico ni lo dudó.
Sabía de qué era capaz y por eso se le fichó con tanta decisión. Y Antoñito está rindiendo bien, la mayoría de las veces. Sí, está perfectamente adaptado a un modo de juego que conoce, pero aún tiene lagunas.
Porque este centrocampista, reconvertido a lateral, acostumbra a dar una de cal y una de arena en cada jornada. Igual te hace un partido redondo como el del filial hispalense, o como el duelo contra el Tenerife, asistencia incluida, como desaparece del partido (véase la derrota en Vallecas o el empate en casa contra el Lugo).
A sus 29 años, Antoñito está en plena madurez, y podría decirse que en su mejor momento, y, sin embargo, aún le falta el punto de regularidad que se le presume.
Una cosa es cierta, cuanto peor está Antoñito, peor está el Valladolid. Luego la solución parece fácil, pon un Antoñito en forma en tu equipo y te hará feliz.