Hubo un vencedor en el derbi, pero no estuvo sobre el césped del Wanda Metropolitano, engalanado para una cita histórica que acabó en empate porque tanto Atlético como Real Madrid siguen inmersos en un cuadro depresivo devastador. Por momentos, convirtieron el duelo en un choque infumable, esperpente que se consiguió arreglar en un emocionante tramo final de partido. Eso sí, insuficiente para que la broma no acabara en 0-0.
Mientras Atlético y Real Madrid empataban a penas, el Barcelona puede jactarse de tener media Liga en el bolsillo en pleno mes de noviembre. Noviembre, sí... Con la calma que exige este tipo de situaciones y el respeto del Valencia, recuperar el trono español se le ha puesto a huevo a los de Valverde, casi deshauciados en agosto y casi campeones tres meses después. La noria del fútbol, que ha tardado lo mismo en explotar la nube en la que vivía el conjunto blanco.
Por ahora, el ambiente del Wanda dista mucho de lo que fue el Calderón. No fue tan olla a presión para el Madrid, que aun así salió con su caraja habitual en los últimos partidos. Marcelo, que juega más de la cuenta de cara a la galería, y Varane le fabricaron un mano a mano a Correa, que lo vio tan fácil que la echó fuera. Simeone no se podía creer el fallo del argentino y se revolcaba por el banquillo. Zidane respiraba y los blancos despertaban para asumir el mando de un encuentro que fue más visitante que local.
El Madrid apabulló por momentos, pero su atasco ofensivo es tan evidente como preocupante. Cristiano sigue devorado por sus propios demonios y Benzema no puede ser ahora lo que nunca fue -el líder goleador de este equipo-. En el traspaso de responsabilidades que sufren en cada partido, todo el peso volvió a recaer en Isco. El malagueño es un futbolista descomunal, rompe líneas a su gusto y le dio una tarde torera a Juanfran. Pero no puede hacerlo todo.
Y eso que Casemiro, Kroos y Modric mostraron otra cara. Anularon a Thomas, desnudaron a un Gabi que cada vez está menos para esto y desbordaron a un Saúl siempre peligroso. También volvió el puñal de Carvajal, pero ni con esas. Mientras el Atléti buscaba las contras, el Madrid tejía intentando romper la tela de araña de Savic y Godín. Amenazó con hacerlo, pero siempre se encontró con Lucas, el tercero en discordia de una defensa que hoy sí tuvo la solidez que faltó otros días. El lateral tuvo un par de cortes prodigiosos para prolongar la racha de un Cristiano que ni se cree lo que está viviendo.
Cristiano y Griezmann, entre fantasmas
En el otro lado, Griezmann se peleaba con los mismos fantasmas que el portugués. Este, con el estigma de sus declaraciones, que le obligaron a escuchar silbidos de su propia afición tras un cambio más que merecido. Porque el francés no existió apenas en un partido cuyos focos le reclamaban. Correa fue el más activo de los suyos, y tambien el más fallón.
La lesión de Ramos, que acabó con la nariz rota tras un posible penalti de Correa, cambió los planes de Zidane, que apenas realizó un cambio en la segunda parte. La confianza del francés en el banquillo es nula. Asensio y poco más. Ni Ceballos, ni Lucas, ni Mayoral le llenan tanto como el año pasado. Y el equipo lo nota. Porque el plan B no le rescata de partidos como este, en los que dominó hasta atorarse. Y por ahí empezó a escaparse una Liga que aparenta tener difícil solución. Zidane pide paciencia, pero lo hace a sabiendas de que el fútbol no la tiene. Puro postureo...
Mantuvo el dominio el equipo blanco, que se vio sorprendido durante algunos minutos por el ataque de cambios ofensivos de Simeone. Torres, Gameiro y Carrasco en busca de una buena noticia que casi terminó llegando. La tuvo Gameiro, pero Varane le quitó la gloria bajo palos. Y a partir de ahí, monólogo del Madrid ante un Atlético al que le entraron los nervios de sólo imaginar la derrota.
Apretó el Madrid, que probó a Oblak e hizo redoblar esfuerzos a una defensa desgastada. Tuvo que aparecer Lucas en la más clara de Cristiano, y Juanfran bordó el penalti en dos ocasiones, una de ellas aparentemente clara. Fernández Borbalán pasaba de jaleos. En el posible último derbi de su carrera, no quería manchas. Y se esfumaron los penaltis entre las protestas de un Isco tan sobresaliente como desquiciado. "Eres muy malo", le espetó al colegiado.
El fantasma de Lisboa se esfumó en cuanto el cuarto árbitro mostró dos minutos en la tablilla. No se llegaría al 93'. Pero tampoco está el Madrid para actos heroícos. Mucho menos el Atlético. Y así se acabó en empate. Un empate de frustraciones que sólo beneficia al Barcelona y que deja a los dos máximos exponentes del fútbol madrileño en el alambre ante una Liga que parece resuelta. El liderato está ya a diez puntos y eso no hay argumento histórico que lo resista.