El Molinón acabó medio vacío, sin creer en su equipo y pitando la obra de un Rubi que llegó como salvador y no ha podido cambiar la dinámica de un equipo que se hunde irremediablemente.
Ni siquiera ante un Alavés plagado de suplentes pudo hacer algo el Sporting. El cambio de banquillo fue lo poco diferente que se vio de un cuadro rojiblanco que se vio superado por la solidez y la pegada de un Alavés que llega a la semifinal copera con la moral por las nubes.
El contraste entre un equipo y otro no sólo se reflejaba en los banquillos. El tiempo dejó de ser excusa para un Rubi que prometió la revolución y no ha llegado ni al 'más de lo mismo'. El Sporting se hunde a las manos de un piloto que recupera los fantasmas de su paso por el Levante.
La intensidad local se topó con el orden de un Alavés trabajadísimo, que sabe a lo que juega y que dio un recital de contragolpes ante un Sporting al que cada gol en contra le sacaba un poco más del partido.
A los aciertos visitantes, se le unieron los regalos por clara falta de concentración en los dos penaltis 'tontos' que cometió el conjunto sportinguista. Ni siquiera el gol de Traoré sirvió para calmar las aguas. Sobre todo, después de que Romero evidenciara por enésima vez a la defensa para ponerle en bandeja el cuarto gol a Alexis.
El orgullo le dio a Castro la oportunidad de hacer el 2-4, pero la herida estaba ya abierta y ni la mitad de El Molinón vio su gol en el campo. Rubi no ha cambiado nada y el Sporting vuelve a entrar en la duda de revolucionar o morir con lo puesto. Mientras, el Alavés disfruta de un año plácido gracias, en gran medida, al trabajo de Pellegrino y la dirección deportiva. Las dos caras de la temporada...