No es el Barça dominador y aterrador de Guardiola, ni el martillo pilón que conquistó Europa con Luis Enrique. Este es un equipo recatado, con las estridencias necesarias y un mapa claramente fijado en la cabeza.
Valverde le ha dado sentido a un equipo abatido en verano, tras perder a Neymar y la Supercopa ante el máximo rival. Ahora, domina la Liga sin perder ni un partido, ya sabe que estará en el bombo de octavos de la Champions como primero de grupo y no tendrá problemas para pasar de ronda en Copa.
Sabe ganar con lo mínimo, ha demostrado solidez y no tiene miedo a sentirse más arropado por no perder un ápice de su estilo. En tres meses de competición, el Barcelona ha demostrado adaptarse a todo tipo de partidos. No ha necesitado brillar para sumar y cuenta por empates los duelos en los que mejor fútbol mostró (Atlético y Valencia).
Se privó de Messi en Turín como el que, ya maduro, sabe que lo importante llega más adelante y que no había nada que demostrar a domicilio ante la Juventus, menos a estas alturas de la competición. Valverde le ha dado sentido común y de la competición a un equipo que murió de fatiga la temporada pasada.
Remueve el banquillo a su antojo, con cambios de fichas a veces incomprensibles. Pero en el mapa del técnico extremeño se sigue a la perfección el camino hacia la gloria. El Barça de Valverde sabe medir perfectamente sus batallas. Lo demostró en Turín y lo ha visto claro en Mestalla. No desdeñen el empate, todo sigue igual y queda una jornada menos. Y ojo, quedó atrás otra de las salidas complicadas que restaban. Los cálculos siguen intactos.