Griezmann se quitó un gran peso de encima con el gol anotado en Champions ante la Roma. Su sequía anotadora le había puesto a los pies de los caballos y sus declaraciones no ayudaron a calmar los ánimos.
Pero pocas cosas limpian mejor los pecados que un gol. Las aguas volvieron a su cauce tras el tijeretazo ante la Roma y Griezmann vuelve a ser feliz con una grada que pasó del odio al amor en segundos.
El francés espera ahora emular su respuesta a la última sequía, tras la que estuve hasta seis partidos consecutivos marcando. Hoy, en Orriols, tendrá una nueva prueba para demostrar que lo del miércoles no fue un espejismo y que el '7' del Calderón ha encontrado su sitio en el Metropolitano.