Desde que se perdió la segunda final de Copa América consecutiva ante Chile y el 'Tata' Martino decidió abandonar la Selección, Argentina se convirtió en un terremoto constante que casi le deja fuera del Mundial.
Al final, ni repesca ni nada. Vía directa y con la dósis de sufrimiento justa. Sampaoli vio salvado su invento por el de siempre, el ángel de la guarda de una Selección que le tiene más de mártir que de ídolo. Porque el fútbol es una religión en Argentina y allí Maradona es una losa muy pesada para cualquiera que ose portar el '10' de la Albiceleste.
Con la camiseta más pesada de la historia, Messi volvió a sobrevivir a todo lo que se le puso por delante. A las críticas, desde las pocas merecidas a las habituales gratuitas; a un grupo que no dio un paso al frente en ningún momento y que mostró sus costuras sin la figura del barcelonista a los mandos. En Quito, la enésima batalla de Messi contra el mundo salió bien, pero no siempre puede ser así.
Dejó a un lado el mal de altura para acallar bocas y regarle a todos los que le perseguían el sueño de volver a levantar un Mundial. Porque pese a la mala fase de clasificación, Argentina llegará a Rusia entre los candidatos a levantar el título más preciado de la historia del fútbol. El único capaz de elevarle a la altura del endiosado Maradona en su país. No hay nada más que pueda hacer con el Barcelona que le lleve hasta los altares que sólo se alcanzan vestido con la Albiceleste.
También sobrevivió a la nefasta gestión de una AFA que intenta reconducir el camino perdido tras un año de disparates sin sentido que ayudaron a dejar a Argentina al borde del abismo que suponía quedarse fuera del Mundial. Pese a todo y pese a todos, Messi sigue ahí. Sin levantar tanto la voz, pero gritando cada vez que tiene la pelota en los pies. Porque de fútbol se habla en el campo y este '10' es un superviviente. Le tocó bailar con la más fea y vivió para contarlo.