Mientras el mundo se enfilaba hacia otra inexorable Guerra Mundial, el fútbol se asentaba como fenómeno de masas tras el exitoso Mundial celebrado en Uruguay en 1930. Cuatro años después, Italia había conseguido erigirse como sede para la próxima cita internacional. Benito Mussolini se apoyó en el balompié para seguir insertando la propaganda fascista en Italia y en Europa.
La FIFA cayó en la trampa y le entregó a Italia las llaves de uno de los Mundiales más polémicos de la historia. El estreno de la cita había aumentado el interés en un torneo que ganaba en adeptos de forma destacada. La respuesta fue brutal y se instauraron fases de clasificación para repartir las 16 plazas que tendría este Mundial de 1934.
'No Uruguay, no party'
Ni siquiera Italia se libró de ese proceso. Como en la primera edición, no faltaron las renuncias. La odisea europea para llegar hasta Uruguay se repetí a la inversa y sólo tres combinados americanos estuvieron presentes en Italia. Uruguay, flamante campeona, se negó a asistir como venganza a la negativa italiana en el Mundial anterior. Hasta ahora, ha sido la única selección que no ha podido defender su título en una Copa del Mundo.
De este modo, Alemania, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, España, Francia, Hungría, Países Bajos, Rumanía, Suecia, Suiza, Italia, Argentina, Brasil, Estados Unidos y Egipto (que esta vez sí pudo llegar a tiempo) conformaron la cita de 1934. Estas 16 habían solventado sus respectivos duelos para conseguir la clasificación. Selecciones como Palestina o Grecia se quedaron a las puertas de participar en su primer Mundial.
Siguen las pruebas: un nuevo formato... ¡y la prórroga!
Un 27 de mayo de 1934 arrancaba en Italia el segundo Mundial de la historia. El formato seguía renovándose en busca de cambios y esta vez se descharon los grupos y se conformaron unos octavos de final con los 16 participantes. Con eliminación directa y la presentación de la prórroga para deshacer empates como una de las grandes novedades del torneo.
Se designaron cabezas de serie para evitar que los favoritos se midieran entre sí a las primeras de cambio. Italia se enfrentó a Estados Unidos, al que arrasó aprovechando el cansancio acumulado de los norteamericanos, que tres días antes se habían ganado el billete al Mundial tras derrotar a México. Las sorpresas corrieron a cargo de España, que superó a la Brasil de Leónidas (3-1) y Suecia, que derrotó a una Argentina (3-2) que había llevado jugadores amateurs a la cita.
Mussolini y las ayudas arbitrales a una Italia 'argentinizada'
De hecho, el combinado italiano contaba con las principales estrellas argentinas de la época, que jugaban en clubes italianos y que defendieron a la 'azzurra' para conformar un equipo que pudiera competir por llevarse el título en casa. Mussolini no contemplaba otra cosa y así lo avisó desde el principio con su habitual "vencer o morir".
Esos octavos de final vieron la primera prórroga de la historia, en un Austria-Francia que acabaría con sorprendente victoria de los primeros, donde Bican se asentaba como uno de los grandes goleadores de la época y de la historia.
Los cuartos de final brindaron uno de los partidos más polémicos del torneo. Italia y España se midieron en un encuentro durísimo. La rudeza de los italianos quedó patente en el partido de desempate que se disputó al día siguiente tras el 1-1 con el que terminó el choque. En ese desempate, España se presentó sin siete de sus titulares con respecto al día anterior. Zamora, uno de los mejores porteros de la época, acabó con dos costillas rotas y no pudo estar presente. Italia logró alcanzar las semifinales tras derrotar por 1-0 a una España que llegó a elevar una queja por el arbitraje. Una posible falta contra el guardameta en el decisivo de Meazza y dos tantos anulados a favor de los españoles (de Regueiro y Quincoces) no hicieron más que aumentar las sospechas sobre la presión ejercida por Mussolini para levantar la Copa del Mundo. El punto fue tal que el colegiado suizo de ese partido (Rene Mercet) acabó siendo suspendido de por vida por su Federación.
El Mundial de las estrellas: Leonidas, Bican, Zamora, Orsi, Meazza, Horvath...
Alemania, Checoslovaquia y Austria completaron las semifinales de un Mundial que empezaba a estar cada vez más marcado por la política. La sombra de la mano del fascismo volvió a aparecer en el duelo entre Italia y Austria. Otra posible falta en el decisivo gol italiano acabó con las ilusiones de un buen conjunto austriaco liderado por Horvath.
La Checoslovaquia de Nedejly, autor de los tres goles del partido y pichichi del torneo, se plantó en la final a costa de Alemania (3-1), que se haría con el tercer puesto del torneo tras disputar la primera final de consolación de la historia de los Mundiales ante Austria.
50.000 espectadores vivieron en Roma el primer gran triunfo de Italia en un Mundial. Con un orgulloso Mussolini en el palco, pese a la sensación del atado y bien atado desde que provocó que Suecia se retirara de la lucha por organizar el torneo, los italianos derrotaron a Checoslovaquia por 2-1. El afamado dictador tenía claro que una derrota en la final sería un golpe duro a sus pretensiones propagandísticas y de unión de un país dividido. Las crónicas de la época revelaron que bajó a vestuarios y amenazó a los suyos en caso de no conseguir el triunfo.
Así lo explicó Luis Monti, uno de los argentinos que decidieron jugar el torneo con Italia, y el primer jugador en disputar dos Mundiales con dos selecciones distintas y en jugar dos finales consecutivas (una con cada selección). "En Uruguay, me querían matar si ganaba, y en Italia, cuatro años más tarde, si perdía", afirmaría años después.
El fútbol, al servicio del fascismo: 'vencer o morir'
Los jugadores italianos realizaban el saludo fascista antes de cada partido, pero como curiosidad se destacó que en la final también lo acabó realizando el colegiado del encuentro, dando más pistas a Checoslovaquia del reto que tenían por delante. Pese a todo, los visitantes se adelantaron en el marcador mediada la segunda parte. El nerviosismo se palpaba en el ambiente y la cara de Mussolini debía ser un poema ante la cercanía de un fracaso histórico.
Por suerte italiana, apareció Orsi para empatar a nueve minutos del final. Ya en la prórroga, Schiavio coronó a Italia como campeona del Mundo. Jules Rimet entregó el cetro de campeón a los herederos de Uruguay, confirmando otro éxito de una cita marcada, como no por el fascismo de un Mussolini que entregó otro trofeo a los suyos por la victoria, la 'Coppa del Duce'. También reconoció a sus jugadores económicamente y con la 'Orden del Mérito Deportivo'. El objetivo se había cumplido y su gobierno se asentaba en una Italia unida por el triunfo en el Mundial.
La FIFA, arrepentida en cierto modo de haber formado parte de aquel irreparable acto de propaganda fascista, fue cómplice en muchos momentos permitiendo que Italia utilizara jugadores argentinos cuando su propia normativa lo impedía. Esa fue una de las tantas concesiones y omisiones que permitió para que el Mundial siguiera su curso. Pese a todo, el torneo ya estaba asentado y se preparaba para su tercera edición, ya en Francia, la casa de Jules Rimet, el gran impulsor de la Copa del Mundo. El camino hacia 1938 había comenzado con la amenaza de un mundo casi en llamas.