Es uno de los últimos 'one club man' que quedan en el fútbol europeo. Representante de otra época del fútbol italiano, el de la defensa y el fútbol aguerrido y duro, Daniele De Rossi está ante la que será seguramente su última oportunidad de alcanzar una gran final europea con su equipo de siempre.
El mediocentro llegó al primer plantel de la Roma en 2001, hace la friolera de 17 años. Curiosamente, debutó en Champions League de la mano de Fabio Capello, en un choque ante el Anderlecht del mes de octubre del mencionado 2001, pero no fue hasta un par de temporadas después cuando comenzó a jugar con más asiduidad.
Había sido toda su juventud delantero, pero enseguida comprendió que lo suyo era más evitar los goles del rival que marcar los propios. Así que cuando quiso llegar al primer equipo ya era un prometedor mediocentro al que no le temblaba el pulso a la hora de emplearse con dureza ante cualquier rival.
Enseguida se estableció en el primer equipo y para la temporada 2003-04, con apenas 20 años, ya era una de las opciones habituales de Fabio Capello, que le había moldeado a su antojo en los dos últimos años. Sus números sólo harían que mejorar desde entonces y, mientras fuera del terreno de juego se ganaba una justificada fama de duro y sucio, dentro demostraba que era todo un ejemplo de 'fair play', como cuando reconoció haber marcado un tanto con la mano ante el Messina en la temporada 2005-06.
Ese mismo verano le llegaría el premio del Mundial, en el que comenzó viendo la roja por un codazo alevoso a McBride -luego le pidió perdón en un acto de enorme clase- y terminó jugando un buen rato de la final, marcando además un penalti en la tanda decisiva ante Francia.
Desde entonces y pese a las múltiples ofertas, De Rossi ha permanecido fiel a la Roma, convirtiéndose poco a poco en el heredero de un Francesco Totti que se convirtió en el último gran símbolo de los romanos hasta su retirada en 2017.
El centrocampista, con casi 600 partidos a sus espaldas, sigue siendo clave en una Roma que juega un fútbol de ataque muy diferente al que De Rossi mamó en sus inicios en el conjunto 'giallorosso'.
El adiós al 'catenaccio' no le ha hecho perder valor en el conjunto de 'la loba'. Al contrario, su concurso es vital para que los Nainggolan, Strootman, Kolarov, Florenzi o Perotti puedan estar liberados de tareas defensivas. Y Di Francesco sabe que puede contar con un futbolista que siente sus colores más que cualquier aficionado, uno de los bienes de valor más incalculable que existen en el fútbol.