Per Mertesacker ha conmocionado al fútbol inglés al revelar el calvario que le supone ponerse las botas para jugar. A sus 33 años, ha confesado que no quiere seguir jugando.
"Debido a la presión y a las expectativas que tiene la gente vomito antes de los partidos o tengo diarrea. Es como simbólicamente mi cuerpo dijera 'esto es vomitivo", reveló Mertesacker.
André Gomes también confesó lo mal que lo pasa desde que es jugador azulgrana. "No me siento bien en el campo, no estoy disfrutando de lo que puedo hacer. Los primeros meses fueron bien, pero las cosas cambiaron. Quizá la palabra no sea correcta, pero se volvió un poco infierno por la presión", dijo el luso a la revista 'Panenka'.
Son los dos últimos casos, pero cada vez hay más y más futbolistas que reconocen haber deseado dejar el fútbol por culpa de la presión a la que son sometidos día tras día.
Muy famoso fue el caso de Bojan. Cuando aún estaba en el Barcelona, estuvo a punto de ir a la Selección con sólo 17 años, tal era su talento. Fue convocado para jugar un amistoso contra Francia en Málaga, pero no pudo con la presión.
"El día del partido, cuando llegamos al estadio y todo parecía que iba bien, salimos a ver el campo y cuando entré en el vestuario me senté y me subió el mareo cada vez más", confesó Bojan.
No llegó a jugar ese partido. Luis Aragonés le quiso citar para la Eurocopa de Austria y Suiza, pero Bojan rechazó el ofrecimiento. No se veía capaz de afrontar el desafío. Temía que la presión le volviese a pasar factura. Se perdió la Eurocopa y su debut tuvo que esperar hasta septiembre de 2008. No volvería a 'la Roja'.
Jesús Navas también tuvo problemas similares. Tímido e introvertido, alejarse de su 'zona de confort' le agobiaba hasta el punto de abandonar en dos ocasiones la concentración de su equipo en un desplazamiento.
Logró superarlo tras hacer terapia, y prueba de ello fue el Mundial de Sudáfrica en el que se proclamó campeón del mundo.
En España fue muy famoso en su momento el ataque de ansiedad que sufrió Kiko Femenía en su debut en Primera División. Fue un 28 de agosto de 2010, cuando debutó en la primera jornada de aquel campeonato liguero, mediada la segunda parte del encuentro contra el Athletic de Bilbao.
Kiko Femenía falló a la hora de jugar los tres primeros balones que tocó, y se vino abajo. Le faltaba el aire. Desde el banquillo se dieron cuenta de lo que sucedía y trataron de animarle.
22 de abril de 2013
Debutó con el paso cambiado en Primera, y quizá por esa presión añadida nunca alcanzó el nivel que se esperaba de él. Pasó por las canteras de Barcelona y Madrid, y no triunfó en ellas. Ahora parece haber recobrado la sonrisa lejos de España, en el Watford.
O Víctor Valdés. Una lesión de rodilla acabó con su carrera. Salió del Barcelona por la puerta de atrás y dejó de disfrutar del fútbol. Disputó un par de temporadas más lejos del Barça, pero se le veía que no disfrutaba.
Para él el tormento era ponerse los guantes. Reconoció que esperaba lesionarse de gravedad y que eso acabase de una vez con su carrera. Y casi lo logró.
Y qué decir de Fábio Coentrao. Sus últimas escenas, envuelto en lágrimas tras ser sustituido en el Sporting, han dado la vuelta al mundo.
Quizá el caso más doloroso es el de Robert Enke. El que fuera subcampeón de Europa en la Eurcopa de 2008 se suicidó un año más tarde arrojándose a las vías del tren.
El temor al fracaso le provocó una depresión crónica de la que no logró salir. El fallecimiento de su hija con sólo dos años en 2006 sólo agravó su enfermedad. En 2009 decidió poner fin a su sufrimiento, incapaz de soportarlo más.
El fútbol alemán quedó conmocionado por lo sucedido. Enke alegó problemas de salud para no acudir a la llamada de Alemania en noviembre de 2009, y nadie esperaba que fuera a suicidarse.
A veces se nos olvida que los futbolistas son seres humanos, que viven y sufren como los demás. Son veinteañeros, en su mayoría, que viven a todo tren unos quince años, para luego caer en el olvido en el mejor de los casos.
La vida del futbolista no es sólo vino y rosas. También tiene muchas espinas. La carrera del futbolista ocupa la juventud de la persona. Un futbolista madura a golpes, y muchas veces metido en una burbuja que tarde o temprano termina pinchada, y entonces se da de bruces con la dura realidad de la vida.