El Barça ganó en Ipurua, pero no enamoró. Ni maravilló, ni convenció, ni gobernó como suele. Saltó al campo como si anduviera de resaca, con las sienes y el cuerpo dolorido. Sólo estuvo lúcido Messi. Y eso le basta a un Barcelona que lidera LaLiga alternando exhibiciones y faenas de aliño.
Messi le bastó al Barça a nivel numérico, porque si alguien jugó al fútbol en Ipurua fue el ejército de José Luis Mendilibar. Son humildes, pero no por ello son menos grandes. El Eibar compitió con convicción y valentía. Sólo así se consiguen gestas. La presión y la forma de detectar grietas, de libro.
El Barça, ante la marabunta armera, se vio obligado a montar el fuerte alrededor de Ter Stegen. No sacó bandera blanca porque por allí caminaba Leo y su amigo Suárez, el futbolista que mejor le ha entendido fuera y dentro del campo. Un cruce de miradas fue suficiente.
Se espera otro Barcelona en Londres. Seguramente ofrecerá otra imagen y otra puesta en escena, otras ganas y enseñará mñás colmillo. A Ipurua salió con el freno de mano echado ante un rival hambriento. Orellana, a quien le arde el pie y el corazón, lideró las acometidas. Al Barça le costó hasta cruzar de medio campo.
El Eibar embotelló al Barça
De hecho, el conjunto azulgrana sólo se asomó tres veces por los dominios de Dmitrovic. La primera vez acabó en gol: Messi detectó la ruptura de Suárez y le envió un regalo que cruzó en diagonal todo el campo. El charrúa solventó el mano a mano con suficiencia. Minutos antes del gol el Eibar se desesperó, y con razón, por un penalti no pitado de Busquets a Kike García. Agarrón sin castigo.
Messi estrelló un balón al palo y poco más. El bagaje del Barça en la primera mitad fue pobre de la misma manera que Piqué y Umtiti no pararon de achicar agua. Kike García, Inui, Orellana, Cote y Jordán entendieron que al Barça se le ataca por los costados. Sufrieron los de Valverde, se tuvieron que hacer gigantes sus centrales.
Orellana pudo evitar la expulsión
Ni la expusión de Orellana, quien se ganó la doble amarilla, desbarató a un Eibar que buscó el gol con un Inui tan incisivo como poco efectivo. El Barça decidió que el segundo llegaría a la contra. Con Messi y Suárez descolgados, los de Valverde se encomendaron a resistir y a algún balón suelto. Así también se ganan ligas.
El Eibar, reventado por la presión, sus intentonas y jugar con uno menos, vio frustrada su rebelión por un gol de Jordi Alba que nació tras una buena conexión entre Coutinho, Aleix y Messi. La grandeza, en esta ocasión, la puso el pequeño. Pero los puntos vuelan a Barcelona.