Pocas veces se ve un partido tan distinto en un tiempo y otro. Se esperaba un partido árido, rocoso, de los que son difíciles de ver, pero Espanyol y Athletic se propusieron deleitarnos con un tira y afloja precioso en los primeros 45 minutos.
Viendo el juego de uno y otro equipo, sorprendió que el partido tuviera ese ritmo desde el inicio. El Athletic se hizo con la posesión del balón y el Espanyol jugó a defenderse y esperar los errores del rival.
Poco a poco el Athletic se fue desinflando, y comenzó a sufrir un poco en defensa. El Espanyol olió la sangre y buscó el gol con presteza. En cambio, lo que sucedió fue que el centro del campo desapareció y el partido se convirtió en una sucesión de ataques en una y otra portería.
Cambian las tornas
El Espanyol puso fin a la locura con una interminable jugada de toque y asociación, hasta que Gerard Moreno, el más listo de la clase, le robó un balón en la frontal a un Mikel Rico pletórico de confianza, y lo convirtió en el primer gol del partido.
El Athletic quedó muy tocado con el tanto. El hecho de que llegue precedido de un clamoroso error de uno de tus jugadores más fiables duele.
Pudo haber sentenciado el Espanyol el partido minutos más tarde, pero la zaga rojiblanca logró sacar bajo palos un balón que ya se celebraba en las gradas. Duarte se quedó con las ganas.
Si el tanto espanyolista llegó por un exceso de confianza de Mikel Rico, el del empate ocurrió precisamente por lo contrario. El Espanyol se sintió superior y con el partido bajo control, y se relajó.
Los riesgos de sentirse superior
Eso permitió que el Athletic se lanzara al contragolpe, y se aprovechó de la pasividad blanquiazul para poner Saborit un centro a la cabeza de Williams que el canterano rojiblanco alojó al fondo de las redes con maestría.
Sería el último destello de genialidad de este partido. La magia, la chispa desapareció conforme nos acercábamos al descanso, y tras éste se confirmó.
No hubo ni una amarilla en la primera mitad, ni una fea falta. Los minutos empezaron a descontarse en la segunda parte, y el miedo a perder se impuso a las ganas de ganar. Y los nervios provocan faltas.
Acto II: el antifútbol
El segundo tiempo fue una sucesión de feas entradas, duros golpes, manotazos, codazos. Trujillo Suárez, muy comedido en la primera parte y sin ningún afán de protagonismo se olvidó de la conciliación y repartió amonestaciones a diestro y siniestro.
Las ocasiones de peligro en este segundo acto llegaron siempre por demérito del rival, como una clarísima para el Athletic que abortó Pau. Darder perdió un balón peligroso, y el centro al área siguiente a punto estuvo de colarse en la meta espanyolista, pero su portero sacó una mano providencial.
El partido tuvo una traca final. Una doble ocasión, una para cada equipo. Primero, una falta en la frontal para el Athletic que Laporte botó con escasa precisión. A continuación, en la última del partido, una internada de Gerard Moreno, de largo el mejor hoy, que nadie acertó a rematar a puerta.
Y al final, un reparto de puntos tan justo como previsible. La pena es que un partido tan bonito como pintaba a la media hora de juego se tornase en un tedio difícil de digerir.