El partido de Cornellà no se recordará por su fútbol. El Espanyol tardó 80 minutos en conectarse y aún así tuvo tiempo para rascar un punto que no le sirve de mucho, pero apacigua un poco las turbulentas aguas que ya habían derivado en pitos desde la grada duranta varias fases del partido.
El Villarreal mandó por momentos, tuvo el partido en sus manos y lo acabó regalando. En la primera parte tuvo al Espanyol a su merced, pero no consiguió rematarle. Sólo encontró el gol en un balón suelto que aprovechó Rodri para estrenarse como goleador en Primera División. Ünal, Cheryshev o Fornals tuvieron las suyas, pero entre el palo y Diego López mantuvieron abierto el partido.
Movió ficha Quique en el descanso. La paupérrima primera parte de su equipo tardó en arreglarse, pero el movimiento de Darder fue el principio. Hasta esos minutos de arrebato espanyolista, el Villarreal gozó de otro par de ocasiones para rematar la faena. La más clara en una contra de Bacca en la que se fue de Diego López y se topó con la mano de Víctor Ruiz al intentar marcar a puerta vacía. No señaló nada el árbitro pese a las amargas quejas del colombiano.
Pensó Calleja que terminaría matando el partido en una contra y el partido le terminó explotando en la cara a un Villarreal que apenas volvió a merodear el área de Diego López salvo por un intento de remate de Soriano, uno de los últimos recursos por los que apostó el técnico visitante.
Granero presumió de guante para empatar
Una falta tonta de Víctor Ruiz en la frontal permitió a Granero presumir de guante y firmar la igualada. Quiso más el Espanyol mientras los de Calleja aún andaban lamentándose por la renta desperdiciada. Tanto, que los 'pericos' rozaron la heroíca en el añadido. Entre Baptistao, Sergio García y Gerard Moreno se turnaron para rematar, pero ninguno acertó. Primero el larguero, después Asenjo y al final la nada... El balón se marchó al lateral de la red y el partido acabó en tablas.
Un final emocionante tras más de una hora entre bostezos. Resultado justo que no arregla los problemas de uno y otro equipo, que se mantienen en sus particulares zonas de confort clasificatorias.