Se confirma que en edades juveniles (Sub 17, 18 y 19) el Barça goza de buena salud. El Chelsea, con un 0-3 en contra en la final, puede dar buena fe de ello. La materia prima existe.
Jugadores como Abel Ruiz, Alejandro Marqués, Mateu Morey, Juan Miranda o Riqui Puig emergieron con fuerza para darle al Barcelona su segundo trofeo. La UEFA Youth League tiene cinco ediciones de vida: dos son azulgranas, la primera y la última. Chelsea (en dos ocasiones) y Salzburgo se reparten el resto de campeonatos.
En 2014, la del estreno de la Youth League, destacaron chicos como Munir (ahora en el Alavés), Adama Traoré (Middlesbrough), Wilfrid Kaptoum (Betis B) y Fabrice Ondoa (Sevilla Atlético). Son los que, años después, disfrutan de cierta actividad, aunque no a los niveles que exige un club como el Barça. Sólo Munir podría volver tras su gran temporada en el Alavés.
El gran salto
He aquí, quizá, el punto más importante y lo que explica por qué La Masia ha ido perdiendo fuerza en los últimos años: cada vez es más complejo dar el salto de las inferiores al primer equipo. Al futbolista en edad juvenil, en las últimas campañas, le cuesta consolidarse en el equipo filial, presionado éste por la inmediatez de los resultados y 'obligado' a comprar fuera. Si este salto ya es grande, el que hay con la primera plantilla es inabordable.
El Barcelona, ante el Celta, saltó con un once sin jugadores de la cantera. Algo que no pasaba desde hace 16 años. Si bien es verdad que Ernesto Valverde hizo rotaciones, esto revela una tendencia. Se ha perdido el nexo primer equipo-cantera que tan bien trabajó Pep Guardiola en la última época dorada 'culé' (2008-2012).
Feroz exigencia
Hay un factor que también afecta a las camadas venideras: los Xavi, Puyol, Messi, Iniesta, Busquets o Piqué son leyendas cuyas apariciones responden más una generación espontánea que a un plan estructural. Por muy bien que trabaje La Masia (los resultados positivos están a la vista), futbolistas de este tipo son fenómenos fuera de cualquier parámetro o metodología. Pero la exigencia es feroz. El fútbol de élite, especialmente en un club acostumbrado a ganar, es una trituradora.
El talento, no obstante, existe en la cantera barcelonista y se trata de explotarlo. Este equipo juvenil golpea con fuerza a la puerta del primer equipo, justo en tiempos en los que La Masia parece haber perdido fuelle y hombres referentes de la misma como Andrés Iniesta empiezan a decir adiós. Toda una paradoja.