Siente en una silla a una persona a la que no le guste el fútbol. Póngale los últimos 20 partidos del PSG, los últimos encuentros del Madrid. Luego, los últimos 20 del Tottenham y otra veintena de encuentros de la Juventus. Pregúntele quién es favorito en las eliminatorias que se dieron en octavos. Si le pregunta cien veces, difícilmente acertará que pasaron blancos y bianconeri. Dirá que el PSG marcará muchos goles o que Kane se consolidará como el gran futbolista que es. No pasó ni una cosa ni otra.
Lo que ha ocurrido es que Real Madrid y Juventus de Turín están en cuartos de final de la Champions League tras eliminar a dos equipos de propuestas ofensivas y que a lo largo de la temporada han practicado buen fútbol. Dos equipos con sus muchas diferencias y matices, pero con futbolistas de nivel. Madrid y Juventus no necesitaron ni ofrecer su mejor versión para pasar de ronda. Resistieron un par de embestidas y respondieron con directos inapelables al mentón del adversario. Así suelen ganar los campeones.
La Champions League castiga como pocas competiciones el error, bisoñez y el tembleque de piernas. Aun así, no hay demasiadas causas claras que puedan explicar por qué el Tottenham, tras 21 tiros, 7 a puerta, marcó un gol y la Juve metió los únicos dos balones que lanzó a la meta de Lloris. El que más lo intentó está en la calle.
Fútbol es fútbol y en el mismo hay pocas certezas, aunque sí se confirma cada año una verdad: el escudo, la camiseta, la historia pesa. La Juventus ha ganado más que nadie en el combativo Calcio y, aunque sólo ganó dos, ha estado en ocho finales de Champions. Del Madrid hay poco que decir: ha ganado 12 'Orejonas'.
Si este deporte fuera una oligarquía, Madrid y Juventus pertenecerían a la misma, como pertenece el Liverpool, también en cuartos, o un Bayern que sentenció en la ida. Forman parte de 'El Sistema', como en el famoso videojuego 'Metal Gear' se denominaba al gobierno en la sombra, también llamados 'Los Patriots'. El fútbol es de unos pocos, y Madrid y Juventus son de esos pocos. Ni las aspiraciones millonarias del PSG, ni el paciente buen trabajo de Pochettino han servido para vencer a los tiranos.