Empezamos con el hombre del que más se esperaba esta noche por parte del Basilea: Dimitri Oberlin. El joven delantero mostró un rendimiento muy irregular: fue capaz de lo mejor y de lo peor. Dejó detalles de superclase, pero se mostró muy fallón. Se le ha escapado la oportunidad ideal de irrumpir en el escaparate de los grandes.
En la primera parte, el Basilea apenas llegó a puerta, lo que le pesó a un Oberlin que tampoco supo desmarcarse. En los primeros minutos de la segunda parte dejó un quiebro que rompió caderas, pero no llegó a finalizar, y más tarde la mandó muy lejos al cruzarla y cabeceó fuera un remate en boca de gol.
Continuamos con un detalle poco considerado pero muy a tener en cuenta. Sobre todo en la primera parte, los ataques más peligrosos del City llegaron por su izquierda. El City aprovechó los huecos de esa banda derecha y entrañó mucha tensión atacando por allí.
Michael Lang, que empezó como interior, estuvo muy desubicado, y Riveros se multiplicó por el lado izquierdo, tanto para defender como para atacar. Lacroix y Taulant Xhaka tampoco dieron el nivel exigido para unos octavos de final de la Champions.
El tercer y último punto se refiere a la incapacidad del Basilea para romper las líneas enemigas. En la primera parte, los pupilos de Raphael Wicky apenas podían superar los tres cuartos de cancha. No obstante, dispararon varias veces desde lejos.
En la segunda parte, con el trabajo hecho, el City relajó la tensión de sus cuerdas de seguridad. El Basilea consiguió llegar al área con más asiduidad, pero no inquietó a Ederson. Sí lo hizo Elyounoussi con un disparo lejano nada más empezar la segunda parte, que pudo ser el 1-3 si Ederson no hubiera sacado una mano providencial.
Definitivamente, el Basilea no tuvo un partido para lucir individualidades. Elyounoussi fue uno de los más destacados, quizá el mejor. Serey Die también, pero le penalizó su conducta agresiva, que desencadenó en una pequeña tangana entre Gündogan y él. A Oberlin le faltó constancia y Stocker no terminó de carburar.