Su marcha ha sido especialmente dolorosa porque, por encima de goleador, Quini era una excelente persona. Sin embargo, si por algo se recordará siempre a esta leyenda del fútbol español es por su increíble olfato goleador.
Para ponernos en perspectiva, el asturiano ganó a lo largo de su carrera cinco trofeos 'Pichichi', una cifra que todavía no han alcanzado Messi (cuatro) ni Cristiano Ronaldo (tres). Por añadirle un poco de dificultad al asunto, el ex delantero lo logró en tres ocasiones con el modesto Sporting de Gijón, en tanto que consiguió ser el máximo goleador dos veces con el Barcelona. Eso, sin contar los dos más que ganó con el Sporting estando en Segunda División.
Fue un fichaje tardío del equipo azulgrana, al que llegó ya con 31 años y tras toda una vida marcando goles con el Sporting. Antes de dejar el conjunto rojiblanco, Quini sólo se había quedado sin superar la barrera de los diez goles en Liga una vez, en la temporada 1971-72, cuando firmó nueve. En el resto de sus doce campañas consecutivas en el equipo asturiano, el bueno de Enrique Castro logró 11 goles o más tanto en Primera como en Segunda.
Su paso por el Barcelona -secuestro aparte- no disminuyó su voracidad goleadora y, de hecho, en la temporada 1981-82, el ovetense marcó más tantos que nunca en su carrera (27). Con los azulgranas ganó sus únicos títulos al margen de las dos ligas de Segunda, dos Copas del Rey, una Recopa, una Copa de la Liga y una Supercopa, justo antes de volver a 'su' Sporting tras quedarse sin sitio con la llegada de Maradona y la mediatización del Barcelona.
Siguió goleando hasta sus últimos días y aún hoy sigue siendo el octavo máximo goleador de la historia de la Liga Española con 219 goles, sólo superado por César (221), Di Stéfano (227), Raúl (228), Hugo Sánchez (234), Zarra (251), Cristiano Ronaldo (299) y Leo Messi (371). Contando sus tantos en Segunda, Quini llegaría hasta los 281, una cifra que le colocaría sólo por detrás de Messi y Cristiano, lo que habla a las claras de su tremenda calidad como futboolista, nunca tan grande como la humana.