"La cicatriz... Eso fue lo que me dio este carácter y esta fuerza, porque cuando eres pequeño y tienes una cicatriz así no es fácil", explicó Ribéry.
"La forma en que te miran, las críticas... Mi familia sufrió", rememoró el futbolista del Bayern, que tenía sólo dos años cuando sufrió un accidente de coche que marcó su rostro y su vida.
"La gente dice: 'mira lo que tiene esa cara, mira su cabeza, qué es esa cicatriz, es feo...' Adonde sea que iba, la gente siempre me miraba. Y no porque fuese buena persona, no porque mi nombre es Franck, no porque era bueno para jugar fútbol, sino por la cicatriz", afirmó.
Sin embargo, eso también forjó su carácter y Ribéry no derramó lágrimas por ello. "Aunque era joven y me molestaba, nunca me fui a la esquina y empecé a llorar. Nunca, nunca, nunca... Pero sí sufrí", admitió el delantero.
Y es que la infancia del galo fue una de las más duras del fútbol. Sus padres biológicos le abandonaron nada más nacer en un convento de monjas. De joven, el jugador se metía continuamente en problemas y peleas y combinaba su pasión por el fútbol con su trabajo como albañil.
Dio sus primeros pasos y jugó dos años en la Union Sportive de Boulogne Côte d'Opal, el equipo de su vecindario. Pasó por Alès, Brest y Metz hasta que llegó al Galatasary en 2004. Al año siguiente fichó por el Olympique de Marsella y dos años después, por el Bayern, club en el que quiere retirarse.