En Anfield se enfrentaron dos estilos de juego. El vistoso y no siempre efectivo de Jürgen Klopp contra el demasiado rácano en ocasiones de Sam Allardyce.
Se vio desde el primer minuto. El Liverpool tocaba y tocaba, mientras el Everton se quedaba atrás, esperando un mal pase (lo habitual), o un robo para salir a la contra.
Pese a ello, los primeros minutos tuvieron un ritmo muy intenso, que se frenó de golpe cuando en el 7' Wayne Rooney se pasó de frenada y se llevó por delante a un rival. Amarilla para el ex del United y advertencia para todos. El colegiado no estaba dispuesto a tolerar que éste fuera un derbi violento.
El primer disparo a puerta tardó en llegar, pero fue para el Liverpool. Tardó, porque aunque los 'reds' tenían el balón, cuando manoseaban mucho la pelota se quedaban en blanco.
Poco a poco el Liverpool comenzó a someter a su voluntad al Everton, y con un genial control de Lallana logró ponerse por delante en el marcador. Sí, porque de no ser por ese control, Holgate no hubiera derribado a Lallana dentro del área, y Milner, lógicamente, no lo hubiera convertido en el 1-0.
El partido empezaba a parecerse al visto en diciembre en la Premier, con un Liverpool por delante en el marcador, con un Everton sin saber cómo hincarle el diente, con unos 'reds' sesteando sintiéndose ganadores...
En aquella ocasión el Everton logró empatar, y en ésta también. Sin embargo, el Liverpool se dejó la indolencia en el vestuario. Los 'reds' salieron a sentenciar.
Así, tuvo hasta cuatro ocasiones claras de gol, casi siempre a balón parado, una mina para los de Klopp gracias a la altura de Milner y Van Dijk, pero el tanto se resistía a llegar.
Y lo que ocurrió fue todo lo contrario, un contragolpe tras un córner que nadie del Liverpool remató, y que culminó Sigurdson tras un pase atrás de un Jagielka que se sumó al ataque y que a punto estuvo de frustrarlo con un mal quiebro.
Pero no, el islandés empató con un buen disparo desde la frontal, y sembró de dudas al Liverpool. Movió el banquillo Klopp, y le ganó la partida a Allardyce.
Siguió percutiendo el cuadro local a balón parado, y a cinco de final su fichaje estelar de este invierno, el central holandés Virgil van Dijk se estrenó como goleador en su nueva casa, Anfield.
Fue a balón parado, de córner. Un córner que forzó el Liverpool empujando a Jagielka a mandar por línea de fondo un balón por pura presión. Para colmo, el holandés remató porque Pickford falló a la hora de intentar atrapar el esférico.
Casi a la desesperada buscó el gol que le diera el 'replay' el Everton, pero no lo logró. Anfield nos deleitó con un partidazo, fútbol inglés en estado puro, en el que el Liverpool se llevó un premio en ocasiones demasiado grande para lo poco aportado, pero a la vez muy merecido por demérito del rival.