La asistencia de público a San Paolo fue paupérrima, como si los aficionados napolitanos hubiesen tenido un pálpito del desastre que iban a presenciar los pocos miles de aficionados que malamente dieron un poco de color a las gradas del estadio.
El partido fue un duelo de igual a igual durante la primera parte. Ocasiones para ambos, goles para ninguno. Eso cambiaría en la segunda parte.
Se adelantó el Nápoles al poco de reanudarse el partido. Ounas anotó el que a la postre sería el único tanto de los de Maurizio Sarri, pero el castillo de naipes se vino abajo de golpe.
Los contragolpes mataron al conjunto italiano. El empate así llegó, culminado por un Timo Werner que volvió a demostrar por qué es el delantero de moda en Europa.
Bruma, en el 74', culminó la remontada, pero al esperpento le quedaba aún un acto. Con el Nápoles volcado sobre el área de Gulacsi, otro contragolpe virtualmente sentenció la eliminatoria.
Y lo marcó el de casi siempre. Timo Werner volvió a batir a Pepe Reina e hizo subir el 1-3 al electrónico, entre los abucheos tímidos de los pocos aficionados que quedaban en las gradas.